La mayor fusión empresarial que había sido anunciada el año pasado en EE.UU., entre Pfizer y Allergan, quedó frustrada ayer por las nuevas normas que intentan cerrar el paso a polémicas maniobras para eludir cargas fiscales.
Pfizer, el fabricante del Viagra y con sede en Nueva York, confirmó versiones que venían circulando en las últimas horas sobre su decisión de echarse para atrás de una fusión que había sido anunciada con bombo y platillo el 23 de noviembre pasado.
La operación, por unos 150 mil millones de dólares, iba a permitir a Pfizer trasladar su cuartel general a Dublín, donde tiene su sede Allergan, propietaria de tratamientos como el botox, y adoptar las normas fiscales de Irlanda.
Y lo hizo porque, como dijo en octubre pasado el máximo directivo de Pfizer, Ian Read, las empresas estadounidenses operan con "tremendas desventajas" con respecto a otros grupos extranjeros y compiten "con una mano atada a la espalda".
Pero la decisión que adoptó Pfizer de trasladar esas cargas a Irlanda entró en terreno difícil con la nueva legislación anunciada por el Departamento del Tesoro para intentar contrarrestar esas operaciones de "inversión" fiscal.
Así lo reconoció Pfizer en el comunicado en el que dio a conocer su decisión, a las 6:45 hora local (10.45 GMT): su anunciada fusión quedaba incluida en esa nueva legislación, por lo que las dos firmas habían decidido "de mutuo acuerdo" desistir de la operación.
"Pfizer había considerado esta transacción desde una posición de fuerza y había visto la combinación potencial como un acelerador de la estrategia actual", afirmó Read en el comunicado difundido ayer.
Este directivo de la primera empresa farmacéutica mundial, nacido en Escocia y que desde hace cinco años estaba al frente del grupo, anticipó que antes de que termine el año adoptará otras medidas sobre una "potencial separación" de sus negocios, iniciativa que no fue detallada por el ejecutivo.
↧